martes, 27 de mayo de 2014

Otro día igual

Esa noche, a pesar de que ya había empezado la primavera, era especialmente fría, se había formado una tormenta en una costa cercana, y el olor a humedad impregnaba el aire, las nubes negras parecían estar a punto de dejar caer su carga sobre la ciudad... era un tarde de domingo para quedarse en casa a descansar, y Eddie, quien estaba sólo en su casa esa noche, se preparaba para irse a dormir temprano para ir a la universidad al día siguiente.
Era la misma rutina de siempre, revisar el despertador de su teléfono, cenar algo mientras veía la tele con el pijama puesto, lavarse los dientes antes de irse a dormir, ponerle sleep time al televisor y quedarse dormido con la tele encendida, ya lo había hecho, miles de veces, pero esa noche Eddie sentía que algo había cambiado,  algo no encajaba, sentía que algo estaba mal, pero pensó que sólo estaba siendo paranoico y decidió no hacerle caso a su delirio, pero aún así se quiso asegurar y dio una vuelta por su casa para cerciorarse de que todo estaba en orden.
Ya que estaba acostado en su cama terminando su cena oyó que algo se había caído en la cocina, así que se levantó de la cama con un sentimiento entre nerviosismo y miedo. Cuando llegó a la cocina sintió que estaba siendo observado, entonces levantó la mirada y vio unos enormes ojos en la ventana, dio un sobresalto y prendió la luz lo más rápido que pudo para darse cuenta de que era sólo un gato que se resguardaba de la lluvia en su ventana; aliviado Eddie cierra la ventana y apaga la luz, pero en el mismo instante que se da la vuelta para salir de la cocina ve que la puerta de la entrada está abierta de par en par y hay huellas que se dirigen hacia el piso de arriba.
Eddie, asustado, cerró la puerta con llave y fue buscar su revólver, contó las balas y las puso una a una en el tambor del arma. Se tomó un instante para armarse de valor y subió las escaleras muy silencioso. Buscó en cada habitación del piso de arriba, pero no encontró nada; confundido y asustado volvió a revisar cada centímetro de la casa, pero estaba solo.
A pesar de que sabía que no había nadie más en la casa, él oía pasos detrás de él, veía figuras escondidas en las sombras y oía que alguien susurraba su nombre.
Eddie sabía que no había nadie más en su casa, pero seguía con la sensación de que algo no estaba bien.
Después de revisar varias veces la casa entera, Eddie se dirigió a su cuarto pensando que esa paranoia desaparecería después de una buena noche de descanso. Al llegar a su habitación encendió la luz y descubrió que su ventana estaba abierta y que no estaba solo. Lo último que alcanzó a ver fue la cara de una niña pequeña de piel azul grisácea y ojos oscuros que lo miraba fijamente.